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Regreso

Cuán diferente se perciben los ecos de la Gran Guerra

10.11.2020

Polonia está sumergida en la historia. Gracias a ella entenderemos por qué justamente en Polonia vive y trabaja más de un millón de inmigrantes ucranianos recibidos con los brazos abiertos y en la cumbre de la Unión Europea el premier polaco solicita (con éxito) un plan de amplio apoyo económico para Bielorrusia. Les invitamos a leer un artículo de Jan Rokita sobre ese período, titulado Cuán diferente se perciben los ecos de la Gran Guerra.

Deseos del Secretario de Estado en el Ministerio de Relaciones Exteriores, Sr. Szymon Szynkowski vel Sęk para la Comunidad Polaca en el extranjero, con motivo del 102 Aniversario de la Recuperación de la Independencia de Polonia.

Una singular “ampliación” de la Unión Europea hacia el Este construyó la misión política del estado polaco contemporáneo. Sin la conciencia de este hecho es imposible entender la política polaca del último cuarto de siglo.

En su famoso libro “ Los sonámbulos”, el profesor británico Christopher Clark investiga las causas de la Primera Guerra Mundial, dando como diagnóstico que ésta fue más una tragedia que un crimen. La Gran Guerra fue desatada por los llamados “lunáticos” inconscientes de la magnitud de la catástrofe, de la cual fueron causantes. La catástrofe no solamente fue una hecatombe de víctimas y escalada de daños, sino principalmente el colapso del orden político europeo, admirado por muchos hasta el día de hoy como “el hermoso siglo XIX”. Hace seis años, en el centenario de esa guerra, el libro de Clark se convirtió en “la biblia política” de los políticos e intelectuales, quienes chasqueando los labios, discutieron su tesis en innumerables conferencias, terminando siempre con la misma advertencia contra la repetición del precedente “lunático”. Mirando desde la perspectiva de Europa Occidental de “la bella época” que fue brutalmente interrumpida por esa guerra, se puede afirmar que este tipo de narración dictada por Clark a Europa, no solamente es lógica sino también tiene valor de nobleza moral.  Sin embargo, en esta narración el polaco debe ser golpeado por la diferencia radical con la experiencia del siglo XX para Europa Central y Oriental. La diferencia que un francés, italiano o incluso alemán, probablemente encuentren difícil de percibir y mucho menos de aceptar.

Uno de los pasajes más conocidos de la literatura polaca, que está grabado en la memoria de cada polaco desde la escuela, es una oración  de las Letanías de Peregrinación del más grande poeta polaco Adam Mickiewicz: “¡Por una guerra universal, por la Libertad del Pueblo! Te lo pedimos Señor”. Esta oración es considerada como un anuncio profético del estallido de la guerra, que después de más de un siglo de ocupación traería finalmente a los polacos la libertad y la posibilidad de vivir en su propio país. En esta narrativa polaca, el año 1914 no es ni un “crimen” ni una “tragedia”, sino por el contrario, es la historia precursora de la libertad  en donde el resultado inesperado de esta guerra fue la caída de tres emperadores ocupantes: el alemán, el ruso y el austriaco.

Para la comprensión polaca del mundo y su propia posición en él, éste fue un momento clave. La victoria de Inglaterra y Francia en la guerra permitió a los polacos recuperar su libertad y por lo tanto estas dos potencias se inscribieron como “amigas” y “aliadas” en el código de la conciencia política transmitida de generación en generación. Pero es poco. Esa victoria, sobre la cual cada niño en Polonia sabe, fue posible solamente porque por primera vez en la historia de Europa ingresaron los americanos. Si salieron de ella poco después, disgustados por la calidad de la política europea, esta tragedia tenía que repetirse. La Segunda Guerra Mundial se convirtió en la prueba más evidente de esto. Y así, este convencimiento en el poder casi “mágico” de la presencia americana en Europa también ha sido codificado en el ADN político que modela la identidad de los polacos.

El Estado Polaco, renacido en 1918, no podía pensar en sí mismo en forma diferente que no sea en categorías más amplias y de unión europea central. Esto fue un eco natural de los viejos tiempos, cuando la dinastía Lituana Jagellónica gobernaba un vasto territorio con dos capitales en Cracovia y Vilna. Es cierto que en categorías más bien étnicas, Józef Piłsudski reconoció la nueva condición del Estado y del movimiento nacional polaco, la toma del poder por parte de él (en el histórico día del armisticio en Compiègne el 11 de noviembre de 1918) significó que no fueron los “nacionalistas”, sino los “prometeistas” quienes definieron la misión en la posguerra del Estado Polaco. Sin embargo, la alianza militar con los ucranianos y bielorrusos que también se estaban liberando de la dominación rusa, cuyo sentido fue establecer una nueva unión en Europa Central y Oriental, se derrumbó bajo la presión de los bolcheviques. Apenas habían fuerzas suficientes para defender el amenazado estado polaco contra los bolcheviques, que se encontraban cerca de Varsovia en el verano de 1920. No alcanzaban ya las fuerzas para renovar la idea de una unión en la Europa centro-oriental. Pero aunque la unión no se formó en ese momento, y esta parte Europa se iba a convertir pronto en un campo de batalla por el nacionalismo, se convirtió en una suerte de eco que se escuchó en la política polaca constantemente durante el último siglo y hasta hoy. Es esto sobre todo un eco de los sueños de integración política, que (con el tiempo se ha hecho evidente) ya no puede establecerse de una forma particular en Europa centro-oriental, pero se puede implementar en esta zona únicamente como parte de un gran proyecto de integración de toda Europa. Es necesario saber esto para comprender el entusiasmo de los polacos por su propia adhesión a la Unión Europea en el siglo XXI, pero también su ampliación a Ucrania, Bielorrusia, Moldavia y Georgia. Una singular “ampliación” de la Unión Europea hacia el Este construyó la misión política del estado polaco contemporáneo. Sin la conciencia de este hecho es imposible entender la política polaca del último cuarto de siglo.

Un eco lejano de esa época es, por desgracia también el fuerte recuerdo en Polonia que en el momento cuando en 1920 todos los planes polacos amenazaban con derrumbarse y junto con ellos incluso la propia existencia del Estado polaco, las potencias europeas “aliadas” y “amigas” en especial Inglaterra bajo el mando de Lloyd George, se colocaron paradójicamente del lado de los bolcheviques, obligando en la Conferencia de Spa al gobierno polaco a ceder la mitad del territorio del país a la Rusia Soviética, es decir, todo lo que los zares rusos se apropiaron por la fuerza en el siglo XVIII.

Nunca más después se pudo liquidar en Polonia ésta sensación de desconfianza hacia los “amigos” europeos, reforzada más aún en setiembre de 1939 y que de hecho continúa hasta hoy. Por otro lado, el eco recurrente de estos acontecimientos despierta una especial sensibilidad polaca hacia el daño y rechazo por parte de Europa de los ucranianos y bielorrusos, las únicas naciones que hace un siglo estuvieron armadas junto con los polacos contra la amenaza soviética. Tiene que tener conciencia de esto, quien quiera entender por qué justamente en Polonia vive y trabaja más de un millón de inmigrantes ucranianos, recibidos acá con los brazos abiertos y en la cumbre de la Unión Europea el premier polaco busca (con éxito) un plan de amplio apoyo económico para Bielorrusia, que se pondrá en marcha cuando sus ciudadanos logren eliminar la tiranía que prevalece allí hasta ahora.

En su famoso libro, el profesor Clark demostró que los ecos de aquella Gran Guerra se escuchan claramente en la política contemporánea. Es verdad. Solamente que los ecos polacos suenan un tanto diferentes  de aquellos que escuchó el gran historiador británico.

 

Autor:  Jan Rokita

Filósofo político, activista de la oposición democrática, ex diputado y ex jefe del club parlamentario de Plataforma Cívica.

 

El texto se publica simultáneamente con la revista mensual de opinión polaca Wszystko Co Najważniejsze como parte del proyecto realizado con el Instituto de la Memoria Nacional.

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